Descripción
Fragmento del libro / Págs 20 – 21
Todos nosotros llevamos dentro la pregunta: ¿por qué estoy vivo? En el fondo de su ser, cada uno de nosotros se topa con ella y no puede sino confrontarla. Al experimentar las oscilaciones entre momentos de felicidad y momentos de desdicha, surgen preguntas.
Un hombre acepta soportar, a menudo con entereza, con paciencia heroica, tanto los sufrimientos necesarios como los evitables. Cuando está contra la pared, busca una salida. En el otro extremo, cuando está rodeado de placeres, puede preguntarse: “¿Qué es la realidad? ¿Hay algo más? ¿Es esto todo lo que hay?”
Un hombre vive su vida con mayor intensidad en esos momentos dolorosos de contracción y en los de expansión. En esos momentos percibe la diferencia entre estar presente a sí mismo y estar tomado por algo. Si permanece abierto a la pregunta, se moverá en la dirección que crea más provechosa.
Muchos caminos lo atraerán: el arte, la investigación, quizás las drogas o cualquier otro interés. Puede que no encuentre respuesta a su pregunta fundamental, pero sentirá que hay una realidad que se le escapa; que tal vez algo dentro de sí, puede cambiar la existencia. Tal vez ha tenido una intuición fugaz al escuchar un fragmento de música, al ser impactado por una palabra o por la naturaleza. Quizás hay un destello en medio del amor, de la pena o del gozo: un momento de ¡ah!… hay algo aquí, extraño, maravilloso.
En ese instante, una puerta se abre. Él puede atravesar el umbral o no hacerlo. Probablemente la puerta volverá a cerrarse por sí sola. Quedará entonces excluido de esa posibilidad suya, siempre presente. De vuelta al trabajo, a la familia, a las vacaciones, a pasarla bien o mal, a ganar y gastar. Quizá la puerta no se abra nunca más. ¿O tal vez sí?
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