Description
Fragmento del libro página 55
Después de la cena, para deleite mío, me invitó con los hombres a escuchar música “en mi oficina” –una habitación estrecha y minúscula, cubierta de estantes repletos de todos los tipos de comida imaginables en botellas, latas y cajas. Guirnaldas de salchichas colgaban de los extremos de los estantes y en el centro de un estante había un icono y unos pequeños adornos sorprendentemente agradables. El señor Gurdjieff estaba sentado en una mesa de jugar cartas cerca de la puerta y nosotros nos apiñábamos a lo largo de las paredes en taburetes. Toca un curioso instrumento, pequeño, parecido a un acordeón –con dos teclados de piano y uno o dos registros. Hay un fuelle en la parte trasera que acciona con la mano izquierda y toca con la derecha. Lo que tocó era tan inexpresablemente triste que se podía cortar con cuchillo la atmósfera de lágrimas no derramadas. Al terminar lanzó una mirada más bien aguda a su alrededor y mandó a buscar el capítulo “Belcebú en Norteamérica” e hizo leer en voz alta el sistema del doctor Chatterlitz. Pensé ¿cómo pudo hacer eso? ¿Esta bromas después de esa música? Pero seguía mirando nuestras caras y me pareció notar que trataba de ver quién (yo, por ejemplo) seguía estando triste cuando ya no había por qué estarlo.
Fragmento del libro / Pág. 63
Su música nada tiene que ver con lo que generalmente conocemos y reconocemos como música. La música de Gurdjieff es un mundo de sonidos proveniente de un universo desconocido, como si fuera más allá del tiempo. Partes de su música recrean imágenes de vidas olvidadas, escondidas por todas partes. Es como si Gurdjieff quisiera transmitirnos sonidos que están desapareciendo rápidamente. Su música no es folclor, que podría ser una forma degenerada de música, sino que consiste en sonidos y ritmos que han surgido de manera completamente natural de las personas y su entorno en diferentes lugares; fue compuesta sin ninguna pretensión de perpetuarla.
Su música no evoca sueños, ni una secuencia de pensamiento lógico ni sentimentalismo, sino que es como la vida misma. Cada composición tiene su propio ritmo interno, espacio y estado particular que expresan juntos una situación en un cierto contexto y atmósfera. No hay dos piezas parecidas, excepto por su carácter de oración, como música derviche, una canción, una danza, una ceremonia, un recuerdo de algún evento o algo así como un cuento.
Algunas partes parecen un llamado que viene de lejos y puede resonar en nosotros de manera muy sutil y profunda. Esta música tan especial lleva no sólo un mensaje sino también una pregunta y nos ayuda a escuchar una voz que habla directamente a nuestro ser, a nuestro corazón y también a nuestro cuerpo que expresa sus efectos.
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