Gurdjieff maestro espiritual y compositor

Una semblanza

Laurence Rosenthal

Llama la atención que quien fue sin duda uno de los maestros espirituales mayores del siglo XX permanezca aún casi desconocido para el gran público; y también, que hasta entre aquellos para quienes su nombre resulta familiar, persista todavía un amplio espectro de opiniones que van del más alto aprecio y respeto a la sospecha, la hostilidad e incluso la calumnia.

Hasta cierto punto podría decirse que este fenómeno es creación del propio Gurdjieff. Rara vez hizo él algo de una manera convencional. En algunas ocasiones, se comportó terriblemente y fue completamente indiferente a la opinión pública. En lo que respecta a su juventud, ocultó de manera tan habilidosa sus andanzas, que hay grandes periodos de su vida, que aún hoy permanecen en el misterio.

Encuentros con hombres notables, su obra de inspiración autobiográfica, mezcla de tal manera hechos con alegorías, que se convierte casi en una aventura mítica en lugar de narrar la vida de un hombre. Sin embargo, los hechos reconocidos sin margen de duda, el testimonio de quienes trabajaron con él durante largos años, así como su legado de ideas, obras literarias y un corpus impresionante de danzas sagradas y composiciones musicales bastan para otorgar a Gurdjieff un lugar seguro en el panteón de los grandes maestros espirituales de nuestro tiempo.

Justamente, su fecha de nacimiento, por ejemplo, permanece incierta. Puede que se las haya arreglado para oscurecer este dato tan simple. De acuerdo con la mejor apreciación, nació en 1866 en Alexandropol, pequeña ciudad de la Armenia rusa, cerca de la frontera con Turquía, no lejos del monte Ararat, una región plena de una rica mezcla de culturas, religiones e identidades étnicas. El padre de Gurdjieff era de origen griego capadocio y su madre era armenia. Muy pronto después de su nacimiento, la familia se trasladó a Kars, al oriente de Turquía. Allí asistió a la escuela municipal rusa y cantó en el coro de la catedral militar, donde las cadencias de la liturgia ortodoxa dejaron una honda huella que más adelante influenció su propia música.

En su primera juventud, obsesionado por preguntas fundamentales acerca de la existencia del hombre sobre la tierra, emprendió con un grupo de compañeros la búsqueda del conocimiento verdadero. Viajaron a lugares distantes: Asia central, el norte de África, el Tíbet y la Tierra Santa. Se encontró con maestros sufíes, derviches, monjes budistas y cofradías cristianas; aprendió de ellos ideas, métodos de trabajo interior, sistemas religiosos y psicológicos, música y danzas rituales. Se interesó por la disciplina espiritual, la liberación del automatismo, la naturaleza de la conciencia. Todo esto fue asimilado y transformado en una enseñanza propia, original y omniabarcante, que comprendía lo psicológico y lo cosmológico. Cuando finalmente apareció en Moscú en 1912, gracias a su indudable carisma, comenzó a reunir a su alrededor un pequeño grupo de discípulos que incluía al escritor y buscador espiritual Piotr Ouspenski, quien llegaría a escribir detallada exposición del vasto cuerpo de ideas de Gurdjieff en su libro Fragmentos de una enseñanza desconocida, y también a Thomas de Hartmann, un joven compositor que llegaría a ser el colaborador musical de Gurdjieff. Su trabajo como maestro había comenzado.

La situación política de Rusia se estaba tornando cada vez más agitada y Gurdjieff se llevó consigo un puñado de sus discípulos al poblado de Essentuki, en el Cáucaso. Allí, además de delinear sus ideas acerca del hombre y el cosmos, comenzó también a crear y enseñar danzas y ejercicios sagrados, para los cuales compondría música asociado con de Hartmann. Gurdjieff tenía un profundo talento nato para la música, pero carecía del entrenamiento necesario para armonizar adecuadamente y realizar la notación musical. Para ello, requirió de la colaboración de de Hartmann. Las danzas mismas se inspiraban en ciertos ejercicios y ceremonias que había presenciado en cofradías derviches y sufíes en el Asia Central y aun más allá.

Sin embargo, la permanencia en Essentuki fue sólo temporal. Después de un periodo en Tbilisi, el grupo finalmente escapó de la revolución bolchevique en 1920, residió por un tiempo en Constantinopla, se trasladó a Berlín y por último a París, donde Gurdjieff estableció su Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre, en el Prieuré de la cercana Fointainebleau. Fue allí donde comenzó a trabajar intensamente con un grupo excepcional que incluía intelectuales y artistas, muchos de ellos británicos, entre los cuales se contaban Alfred Orage, distinguido editor literario; Maurice Nicoll, psiquiatra residente en Londres y amigo cercano de Jung; y Katherine Mansfield, la famosa escritora. Todos ellos fueron sometidos a un formidable y riguroso programa que no les era nada familiar: duro trabajo físico, conferencias, intercambios en grupos. Pasaban las tardes en un exigente trabajo de preparación de danzas y ejercicios sagrados creados por Gurdjieff con el apoyo de de Hartmann.

En 1924, con la colaboración de de Hartmann, Gurdjieff comenzó a componer música para piano independiente de los Movimientos. Dictaba la melodía silbando o tocándola con un solo dedo en el piano, mientras de Hartmann armonizaba, formalizaba y transcribía esa melodía, siempre bajo su estrecha supervisión. Con frecuencia, esto sucedía en el salón, ¡en presencia de todos los discípulos reunidos! De esa manera, surgieron más de trescientas composiciones entre 1924 y 1927, de las cuales casi 160 alcanzaron a completarse. Después de esos tres años, Gurdjieff no compuso nunca más.

La contribución de de Hartmann a esta empresa, su considerable maestría como compositor y su devoción total a Gurdjieff fueron de tal importancia, que merece con toda justicia ser llamado co-compositor. Aunque la inspiración musical brotaba solamente de Gurdjieff, estas obras jamás podrían haber existido en su forma actual sin la percepción intuitiva de de Hartmann y su asombrosa capacidad para renunciar a sus preferencias estilísticas personales con el fin de mezclar sus sensibilidades musicales con el impulso melódico tan diferente de Gurdjieff.

Al mismo tiempo, Gurdjieff continuó creando su corpus de los Movimientos, las danzas o gimnasia sagrada y ejercicios de atención, los cuales siguen siendo practicados hoy en día y representan un aspecto vital de su enseñanza. También durante ese periodo, con energía igualmente ilimitada, Gurdjieff comenzó a preparar su obra escrita principal, Relatos de Belcebú a su nieto. Abandonó el Prieuré en 1933 y se mudó a París, donde vivió el resto de su vida y trabajó con discípulos que venían desde lugares muy distantes. Hizo numerosos viajes a Estados Unidos, donde realizó demostraciones públicas de los Movimientos y supervisó la formación de nuevos grupos de estudio.

Las exigencias de Gurdjieff a sus discípulos eran incesantes y severas. Aunque capaz de una gentileza y compasión extremas, era, sin embargo, despiadado al crear condiciones en las cuales los discípulos se veían obligados a enfrentar su propia naturaleza. Inmisericorde y despectivo frente a la insinceridad y la pretensión, podía ser como un padre bondadoso hacia alguien cuya necesidad y deseo eran genuinos, pero el camino no era fácil y por eso llamó a su enseñanza el “Trabajo”.

Al momento de su muerte en París en 1949, Gurdjieff cedió la dirección de su trabajo a Jeanne de Salzmann, la más destacada entre sus discípulos, formada ella misma como pianista e instructora de danza, quien había permanecido a su lado desde los tempranos días en Rusia y dio continuidad a su obra hasta su fallecimiento en 1990. Bajo su inspirada dirección, muchos movimientos fueron filmados, los incompletos fueron terminados y se publicó una edición completa de la obra musical.

Texto de Laurence Rosenthal publicado con el título de “¿Quién fue Gurdjieff?”
en el folleto incluido en su cd titulado Gurdjieff – de Hartmann.