Psicología de la posible evolución de hombre

Ouspensky, P.D.

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Psicología de la posible evolución de hombre

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Compendio de cinco conferencias sobre el Cuarto Camino, que estudia al hombre desde el punto de vista de lo que puede llegar a ser. La evolución del hombre vista como desarrollo de ciertas cualidades y rasgos interiores que generalmente permanecen sin crecer y que no pueden desarrollarse por sí solos..

Hay existencias

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P. D. Ouspenski

AUTOR

Piotr Demianovich Ouspensky (Moscú, 1878 – Londres 1947) 

Era conocido  antes de encuentro con Gurdjieff por su contribución a la teoría matemática que, significó su primer libro. La cuarta dimensión (1909). Sus dos libros siguuientes, Tertium Organum (1912) y Un nuevo modelo del universo (1914), mostraron su estatura como pensador y su profunda preocupación por los problemas de la existencia humana.

Junto a las obras escritas por el propio Gurdjieff y a Psicología de la posible evolución del hombr, un conjunto de conferencias de Ouspensky, Fragmentos de una enseñanza desconocida es reconocida hoy día por los alumnos y seguidores de Gurdjieff, extendidos por todo el mundo, como la expresión auténtica de sus ideas.

Antes de su muerte en 1949, Gurdjieff dio su cabal aprobación a la publicación simultanea de este libro en Nueva York, Londres, París y Viena.

Descripción

En realidad esto quiere decir que cada uno de los diferentes centros tiene un tiempo completamente distinto. Los centros motor e instintivo tienen un tiempo 30.000 veces más largo que el centro intelectual, y el centro emocional tiene 30.000 veces más tiempo que los centros motor e instintivo.

¿Entienden ustedes claramente lo que quiere decir «un tiempo más largo»? Significa que para cada clase de trabajo que un centro tiene que hacer tiene tanto más tiempo. Sin embargo, por extraño que sea, la gran diferencia en la velocidad de los centros explica gran número de fenómenos muy bien conocidos que la ciencia ordinaria no puede explicar y que por lo general los evade en silencio, o simplemente rehúsa discutir. Me refiero ahora a la asombrosa y totalmente inexplicable velocidad de algunos procesos fisiológicos y mentales.

Por ejemplo, un hombre toma una copa de brandy e inmediatamente, en menos de un segundo, experimenta muchos nuevos sentimientos y sensaciones, un sentimiento de cordialidad, de relajación, de alivio, de paz, de contento, de bienestar; o por el contrario, cólera, irritación, etc. Lo que sienta puede ser diferente en casos distintos, pero lo que no cambia es que el cuerpo responde al estimulante muy rápidamente, casi de inmediato.

En realidad no hay necesidad de hablar de brandy o de cualquier otro estimulante; si un hombre está muy sediento o muy hambriento, un vaso de agua o un pedazo de pan producirán el mismo rápido efecto.

Por ejemplo, se pueden comprobar fenómenos similares que evidencian la enorme velocidad de ciertos procesos, al observar los sueños. Me he referido a algunas de estas observaciones en Un Nuevo Modelo del Universo.

Existe la misma diferencia entre los centros instintivo e intelectual, o entre los centros motor e intelectual. Pero estamos tan acostumbrados a estos fenómenos que raramente pensamos en qué extraños e incomprensibles son.

Por supuesto, para un hombre que nunca ha pensado en sí mismo y nunca ha tratado de estudiarse a sí mismo, no hay nada extraño en esto o en cualquier otra cosa. Pero en realidad, desde el punto de vista de la fisiología ordinaria estos fenómenos parecen casi milagrosos.

Un fisiólogo sabe por cuantos procesos complicados se tiene que pasar entre tomar brandy o un vaso de agua y sentir sus efectos. Cada sustancia que entra en el cuerpo por la boca tiene que ser analizada, probada de diferentes maneras para sólo después ser aceptada o rechazada. Y todo esto sucede en un segundo o menos. Es un milagro y al mismo tiempo no lo es. Puesto que, si conocemos la diferencia de velocidad de los centros y recordamos que el centro instintivo, que es el que tiene que hacer el trabajo, tiene 30.000 veces más tiempo que el centro intelectual, que es a través del cual medimos nuestro tiempo ordinario, podemos comprender como es posible que esto pueda suceder. Significa que el centro instintivo no tiene un segundo, sino aproximadamente ocho horas de su propio tiempo para este trabajo, y en ocho horas se puede llevar a cabo este trabajo en un laboratorio ordinario, sin prisa innecesaria. Así que nuestra idea de la extraordinaria velocidad de este trabajo es pura ilusión y la tenemos porque creemos que nuestro tiempo ordinario, o el tiempo del centro intelectual, es el único tiempo que existe.

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