Del amor y otros ensayos

Orage, A. R.

Del amor y otros ensayos

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Fragmento del libro / Págs 19 – 20 – 21

Hay que aprender a distinguir entre tres tipos de amor por lo menos (aunque haya siete en total): amor instintivo, amor emocional y amor consciente. No hay mayor peligro de que no se puedan aprender los dos primeros, pero el tercero es raro y depende tanto del esfuerzo como de la inteligencia. El amor instintivo está basado en la química. Toda la biología es química, o quizás deberíamos decir alquimia; y las afinidades del amor instintivo, manifestadas en las atracciones, repulsiones, combinaciones mecánicas y químicas que llamamos el amor, el cortejar, el matrimonio, hijos y familia, son sólo los equivalentes humanos del laboratorio de un químico. Pero ¿quién es aquí el químico? Lo llamamos la Naturaleza. Pero ¿quién es la Naturaleza? La verdad es que no lo sospechamos más de lo que pueda sospechar un alcanforero injertado en una higuera la existencia de un jardinero. Y, sin embargo, hay un jardinero. El amor instintivo, por ser químico, es tan fuerte y perdura tanto como las substancias y cualidades de las cuales es manifestación. … Esas substancias y cualidades no pueden ser conocidas y mensuradas sino por quien entienda la progresión alquímica que llamamos herencia. Muchos han observado que los matrimonios felices o desgraciados son hereditarios. Lo mismo sucede con el número de hijos, su sexo y su longevidad, etc. La llamada ciencia astrológica no es sino la ciencia (cuando llega a serlo) del proceso de la herencia durante largos períodos.

El amor emocional no tiene su raíz en la biología.

De hecho, es casi siempre antibiológico en su carácter y dirección. El amor instintivo obedece a las leyes de la biología, es decir, a la química, y procede por afinidades. Pero el amor emocional es a menudo la atracción mutua entre desafinidades e incongruencias biológicas. El amor emocional no acompañado por el amor instintivo (como casi siempre ocurre) raramente origina descendencia; y cuando esto sucede, la biología no se beneficia. Extrañas criaturas surgen de los abrazos del amor emocional; tritones y sirenas, Barbazules y belles dames sans merci. El amor emocional no sólo es efímero, sino que evoca a su asesino. Tal amor crea odio en su objeto, si es que el odio no está allí desde un principio. El amante emocional se vuelve pronto objeto de indiferencia y, poco después, de odio. Estas son las tragedias del amor emocional.

El amor consciente rara vez se logra entre seres humanos; pero puede ser ilustrado en las relaciones del hombre con sus predilectos del reino animal o vegetal. El desarrollo del caballo y del perro desde su estado natural original o el cultivo de flores y frutos son otros tantos ejemplos de una forma primitiva de amor consciente, primitiva porque el motivo es todavía egoísta y utilitario. En síntesis, el caballo domado y la fruta cultivada sirven al hombre para su uso personal: y no puede decirse que su trabajo sobre ellos esté motivado solamente por el amor. El motivo del amor consciente, en su estado desarrollado, es el deseo de que el objeto llegue a alcanzar su propia perfección innata, sean cuales fueran las consecuencias para el amante mismo. «¿Qué importo yo?, con tal de que ella alcance su perfecto desarrollo,» dice el amante consciente. «Me iría al infierno si de esa manera ella pudiera alcanzar el cielo.» Y la paradoja de esta actitud es que un amor de esta índole siempre evoca en su objeto una actitud similar. El amor consciente engendra amor consciente. Es raro entre los seres humanos por varios motivos: primero, porque la gran mayoría son niños que quieren ser amados pero no amar; segundo, porque rara vez se concibe la perfección como la meta justa del amor humano – aunque sólo esto diferencie el amor humano adulto del amor infantil y animal; tercero, porque los seres humanos no saben, aunque lo deseen, qué es bueno para sus seres amados; y cuarto, porque nunca ocurre por accidente, sino que debe ser objeto de resolución, esfuerzo, elección consciente. Es tan poco probable que el amor consciente surja de por sí como que el Bushido o la Orden de Caballería hayan surgido por accidente. Así como éstas fueron obras de arte, también el amor consciente debe ser una obra de arte.

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