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Mi vida con el maestro

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Recuerdos inéditos de Czeslaw Chejovich

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Descripción

Fragmento del libro/ Pág 65

Uno de nosotros se puso a acusar a los judíos de falta de patriotismo y de lealtad hacia los aliados de Rusia. Contaba cómo, en diversas circunstancias, se habían negado a combatir. Todos hacíamos coro en contra de esos desertores y cobardes.

George Ivanovich no decía nada. Algo en su actitud suscitaba entre nosotros cierta incomodidad y, muy naturalmente, sentimos la necesidad de conocer su opinión sobre un tema tan candente. Hubo un momento de silencio; ya no encontrábamos en su rostro el gesto de aprobación del comienzo. Suspiró profundamente y este suspiro puso fin a la efervescencia de nuestras indignaciones.

Cuando la conversación se atascó, el señor Gurdjieff intervino: “Ustedes dicen que los judíos carecen de patriotismo, que son cobardes, indignos de ser ciudadanos rusos y muchas otras acusaciones necias. Han hablado de la masa de desertores del final de la guerra. ¿Pueden decirme qué diferencia hay entre los desertores del comienzo, de la mitad y del final de la guerra?”

Esta pregunta que yo nunca me había formulado me dejó estupefacto. Comprendí repentinamente que la única diferencia entre estos “desertores” era el momento en que habían abierto los ojos a la realidad de la guerra.

“Quien se da cuenta de lo que representa la guerra”, continuó George Ivanovich, “no puede no querer desertar y si los judíos se negaban a participar en las matanzas y las masacres era porque, al no tener la venda del patriotismo sobre los ojos, eran más conscientes, menos esclavos de la ceguera general, más libres de actuar conscientemente”.

Estas palabras del señor Gurdjieff me causaron la misma impresión que si me hubiera pedido que plantase unos ajoporros con las raíces hacia arriba.

Al ver que su intervención había tenido efecto y que nadie trataba de contradecirlo, se levantó, entró en la casa, luego regresó y, mirando su reloj, declaró que lo esperaban y que debía dejarnos.

Después de su partida, los contradictores tomaron la palabra. En el momento en que las discusiones en contra de la ofensa infligida a la legitimidad de los sentimientos patrióticos alcanzaba su paroxismo, el camarero nos trajo a cada uno un vaso de té y muchos pastelitos.

Ante nuestra sorpresa, respondió que esta benévola atención se debía al señor Gurdjieff.

Nuestra indignación ya no se armonizaba con este gesto amistoso y generoso… La incomodidad que nos invadía nos hizo sentir su presencia nuevamente. Y, poco a poco, la rebelión contra las palabras del señor Gurdjieff perdió intensidad.

En cuanto a mí, haciendo un rápido examen de conciencia, confronté por primera vez mi actitud muy comprometida de 1916 con la de 1919 cuando, asqueado por la matanza fratricida, yo mismo me había convertido luego de hecho, en un desertor en potencia. Pues, hay que decirlo, al aceptar la retirada definitiva, había aceptado con alivio el abandono de la lucha.

Y por ello, algunos años más tarde, cuando el señor Gurdjieff recurrió a una de sus fórmulas lapidarias, fui penetrado por su dolorosa verdad:

“Un hombre despierto rechaza la guerra”.

“La destrucción mutua es característica de los dormidos.”

Información adicional

Peso 0.67 kg
Páginas

282

ISBN

980-6404-13-0

Autor

Czeslaw Chejovich

Edición

1era

Colección

Colección Paracotos

Dimensiones

14,5 X 21 cm

Encuadernación

Rústica

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